INTRODUCCIÓN
Considerando
que el campo de conocimiento fundamental del arquitecto se centra en la
capacidad de pensar, reflexionar, proyectar, y especular sobre la disposición y
organización de la materia, y que esta organización tiene que responder a una
gran complejidad de requerimientos, más o menos directos tales como,
habitabilidad, secuencia funcional, relación con el contexto físico, social y
cultural, resolución programática, solución técnica, economía constructiva,
orientación, utilización de la luz o manejo espacial con sus distintos
componentes: escala, proporción, distancia, peso, materia, textura, ritmos o color,
es de fundamental importancia comprender que la relación entre estos
componentes, las formas en que interactúan son lo que constituye el proyecto.
Podemos decir a su vez que a estas relaciones y correspondencias, les pedimos
coherencia resolutiva, consistencia en su totalidad y compromiso con el medio
en el que se desarrollan.
La
velocidad de los cambios que se producen en la actualidad son tales que un
productor o un pensador -en cualquier disciplina- siempre está operando en una
reducción. El grado de conciencia de la reducción en que se encuentra es parte
fundamental del capital utilizable para la actualización que desarrolla y para
poder transformarla de acuerdo con los parámetros móviles que se presentan en
el propio tiempo productivo e histórico.
En los
próximos años los cambios de la vida cotidiana van a ser tales que para poder
operar en ese nuevo contexto permanentemente en cambio tendremos que poder
discernir y calificar información, saber manejar diferentes tipos lógicos y
niveles de conocimiento, poner en relación estructuras formales y producir
lecturas alternativas.
PLANTEO DE PROBLEMAS
La propiedad privada tiene una función
social y, en consecuencia, estará sometida a las obligaciones que establezca la
ley con fines de bien común. Incumbe al Estado fiscalizar la distribución y la
utilización del campo o intervenir con el objeto de desarrollar e incrementar
su rendimiento en interés de la comunidad, y procurar a cada labriego o familia
labriega la posibilidad de convertirse en propietario de la tierra que cultiva.
La expropiación por causa de utilidad pública o interés general debe ser calificada
por ley y previamente indemnizada. Constitución
Nacional de 1949. La función social de la propiedad, el capital y la actividad
económica. Art. 38 – Arturo Sampay.
Las
ciudades contienen redes de relaciones complejas entre sus habitantes, conformadas
por negociaciones, acuerdos e intercambios explícitos a través de las normas,
documentos y leyes que conforman la planificación formal. También operan en
forma simultánea, paralela, complementaria o encontrada, los usos, costumbres,
apropiaciones y las organizaciones espontáneas de sus habitantes que no han
sido absorbidas por ninguna regulación formal, pero que contienen ciertas
lógicas y coherencias en su accionar particular. Según la capacidad de
adaptación, flexibilidad, negociación de estas organizaciones y de la necesidad
de vínculo surgen distintos grados de conflicto. Estos encuentros son parte
fundamental en el desarrollo de una ciudad y potencia en su mecánica la
particularidad de la misma. También surgen en esta mezcla de caracteres, necesidades
individuales y colectivas, incompatibilidades momentáneas o permanentes que
devienen en incapacidad de integración o convivencia, produciendo conflictos improductivos de
injusticia social, enquistados en las formas presentes.
La cuestión de qué tipo de ciudad queremos
no puede estar divorciada de la que plantea qué tipo de lazos sociales, de
relaciones con la naturaleza, de estilos de vida, de tecnologías y de valores
estéticos deseamos. El derecho a la ciudad es mucho más que la libertad
individual de acceder a los recursos urbanos: se trata del derecho a cambiarnos
a nosotros mismos cambiando la ciudad. Es, además, un derecho común antes que
individual, ya que esta transformación depende inevitablemente del ejercicio de
un poder colectivo para remodelar los procesos de urbanización. El derecho a la ciudad – David Harvey.
Según
Ernesto Laclau sin la absorción real de demandas y construcción de sujetos
colectivos nuevos en un sentido positivo, es impensable una integración de las
articulaciones a establecer. Si una demanda no tiene respuesta, pero además se
advierte que otras demandas tampoco tienen respuesta, nos encontramos con una
cadena de equivalencias, situación pre-populista. Todas se expresan frente al
poder. Todas las demandas se deberían cristalizar alrededor de ciertos símbolos
que las unifique y las interpele como totalidad.
Las
integraciones de intereses dependen, en muchos casos, del estudio de las
demandas, los comportamientos de todos los actores componentes y de la
capacidad de derivación conjunta de esa red de vínculos.
El
espacio urbano es el medio, no sólo como espacio físico concreto, sino además
como medio abstracto a través del cual se fortalecen y construyen las
conexiones, intercambios y dominios. Es en este medio sobre el que habrá que
operar y al que habrá también que someter a transformaciones de forma,
contenido y relación con las distintas actividades del espacio urbano en
función de resolver demandas cada vez mas complejas.
El
urbanismo además es la relación entre ciudad, instituciones, cosas y usuarios,
el cual es validado por acuerdos sociales que permiten conexiones heterogéneas
entre elementos de diferente naturaleza. En el espacio urbano se relacionan
nociones más amplias que la de estructura, sistema, forma, proceso, etc., se
engendran componentes híbridos, también de orden biológico, social, maquinico,
gnoseológico, cultural, etc. El espacio urbano es una multiplicidad que
comporta muchos géneros heterogéneos y que establece uniones, relaciones entre
ellos, a través de edades, de incompatibilidades y de regímenes complejos.
Durante las tres últimas décadas del siglo XX el desarrollo
urbano capitalista en las ciudades del mundo desarrollado ha experimentado un
creciente proceso de transformación en determinados sectores de sus áreas
centrales provocando su revitalización funcional y el cambio en la composición
social de sus habitantes. Esa transformación ha afectado, en gran medida, a los
barrios populares y de clases medias trabajadoras de las antiguas formaciones
mediante intervenciones dirigidas tanto a la rehabilitación como a la
construcción de nuevos edificios, producto principalmente de procesos
financieros que en algunos casos respaldados por el estado justifican el
traslado de la población bajo el titulo de ambientalistas o progresistas, para
luego en esos mismos territorios realizar grandes emprendimientos
inmobiliarios, percibiendo altas tasas de retorno en función de negocios
privados carentes de sensibilidad y compromiso social alguno.
Este tipo de re-configuración urbana produce exclusión de
clase, ya que siempre los sectores vulnerables y desprotegidos son los más
desfavorecidos. Para llevar adelante estos procesos los actores dominantes
utilizan generalmente la violencia, salvaguardándose en el amparo de la ley, el
respeto a las instituciones y el derecho al libre mercado. Existen diversos
movimientos sociales que defienden los derechos al acceso de la tierra y la
vivienda, pero no son lo suficientemente fuertes como para imponer la solución.
Para abordar una solución a este problema es primordial
redefinir los alcances del estado en la utilización del excedente del capital y
la regulación del mercado de tierra junto a las especulaciones inmobiliarias en
pos de una urbanización más justa y democrática.
Las operatorias unidimensionales, propuestas hasta el
presente, que se han utilizado para resolver el problema de la exclusión urbana
se han mostrado acotadas e insuficientes. Los programas de desarrollo de
vivienda, la producción, el desarrollo de infraestructura urbana, las
propuestas de accesibilidad, el compromiso con el medio ambiente, etc., tenidos
en cuenta como enunciados aislados no han sido capaces de resolver la compleja
diversidad de la inclusión espacial, si no que han tenido el efecto adverso
priorizando el acceso a la ciudad a una determinada elite social.
CONSIDERACIONES GENERALES
Es
ineludible reconfigurar la disciplina
desde una destreza arquitectónica basada en necesidades más que en
clientes, promoviendo prácticas en función de un activismo urbano más
involucrado con demandas concretas colectivas y menos con la
producción de servicios para un mercado en crisis.
Promover
una nueva conciencia urbana implica habitar nuestra capacidad colectiva para
lograr que resurjan sistemas de valores que se sustraigan del laminado moral,
psicológico y social a la que se entrega la valorización capitalista, centrada únicamente
en el provecho económico.
Trabajar
entre organizaciones planificadas y no planificadas, no solo desde una lógica
disciplinar, sino también desde un conocimiento basado en la experiencia
vivida.
Repensar
el espacio, repensar el lugar, repensar la geografía a la luz de las relaciones
sociales, de género y de producción, desarmando los significados simbólicos de
lugar y espacio con relación al género y al sistema preestablecido. El género
va articulando las formas de construcción del espacio, prestando particular
atención a la distinción occidental que se hace entre lo público y lo privado,
y las repercusiones que ha tenido en la idea de lo que ha sido el hombre y la
mujer a lo largo de la historia. Entender el espacio urbano no sólo en términos
de relaciones sociales, sino, además, en términos de relaciones de género.
ORGANIZACIÓN MATERIAL
Una cosa es la complicación gradual de una
forma que se inserta cada vez mejor en el molde de las condiciones exteriores,
y otra es la estructura cada vez mas compleja de un instrumento que cada vez
saca mayor provecho de esas condiciones. En el primer caso la materia se limita
a recibir una huella , mas en el segundo reacciona activamente, resuelve un
problema. La evolución creadora, Henri
Bergson.
Una
forma se construye con algunos juicios a priori, con bastantes prejuicios y con
mucho trabajo. Lo interesante no es la forma si no el trabajo y las fuerzas que
se ejercen en la producción y en su consolidación. En general se persigue la
forma como conclusión, el producto pone en valor la producción más que el
desarrollo temporal por lo cual dicha producción es más o menos consistente.
Prevalece una necesidad inmanente de conseguir el hecho consumado, a veces
traducido en términos de ansiedad o de insatisfacción, más que la posibilidad
de atravesar la experiencia antes de consolidar el hecho.
Una
forma no es simplemente el resultado de una serie de acciones o fuerzas que se
ejercen sobre las materias puestas en juego, además es la condición que impone
el contexto y que determina que fuerzas son pertinentes y en qué circunstancias
son y deben ser accionadas. Podemos pensar la forma como una capacidad sensible
de ser afectada por intervenciones internas,
genealogía de sus componentes en funcionamiento; externas, condiciones
contextuales de naturalezas diferentes; anexionadas,
demandas o cadenas de equivalencias e intermediarias,
articulaciones, integraciones y agenciamientos.
Aunque
la forma se vuelva abstracta y se retroalimente impetuosamente según sus
propios componentes, no deja de ser indiferente a un contexto que se modifica
tanto como el objeto que está siendo transformado. El grado de presencia del
contexto es determinante en el desarrollo de la potencia de su organización
interna, en tanto que las variables que modifican y constituyen dicha
genealogía son afectadas por los grados de presencia de otras variables
externas que pueden actuar de diferentes maneras, ya sea como atributo o como
actualización. Como atributo se presenta y se condensa particularmente en un
medio anexionado estableciendo pautas y sentidos precisos, y como actualización
se produce, sobre todo, en un medio intermediario a través de acciones
concretas que son informadas por demandas externas. En todos los casos la
materia reacciona, no como efecto de una o varias causas, si no como una serie
de efectos que producen resonancias diversas, a veces inesperadas.
Organización
y regulación en cada uno de los niveles de la producción que funcionen como
integración y articulación. Organización de los elementos y componentes,
organización de las percepciones y acciones y organización de las peticiones y
reclamos. La organización permite que las relaciones funcionen potenciando su
capacidad distributiva independientemente de una organización preestablecida
que tiende a ser conservadora, sin necesidad de interpelar la actualidad de las
demandas.